En la punta de la lengua de Nebrija

Que no se confunda este título con la rigidez que identifica a Nebrija. Es que mientras este hombre afincaba su gramática, allá por un lejano 1492, entraba en la pubertad el continente al que pertenezco. Por eso he decidido titular este lugar con su nombre, por una cierta grata ingratitud. También he tomado conciencia de la arbitrariedad de este método, por lo cual deberíamos agradecer a unos cuantos lingüistas y filósofos alemanes, seguramente también a algún francés. En fin, siempre tendremos la libertad de ser absolutamente subjetivos y de infligir belleza en todo aquello que nos rodea.







Wednesday, February 24, 2010

Veneno de gitano en norteamérica


Y yo que quería llegar con el peinado de García Lorca, el tan gitano… Ahora, sin embargo, intento permitirme un balbuceo de verdad antes que guardar secretos. Salgo a la calle con actitud de defensa, esgrimando entre enormes futbolistas con la cara colorada, gente empapada de sudor, y viejas que caminan en una sola pata. Mis ojos se fermentan de obsesión y entierro los miedos de mi piel en el fondo de mi alma, y los miedos de mi alma en una enorme montaña de papel. Vienen a mi puerta altivos profetas de la ley con un dedo como ametralladora. Yo entonces salgo con descaro y destinado a vergüenza, y me paro en la vía pública, me paro con un intento de semblante Dominguín, con un ademán de arte Morante, pero ojos de espanto de transeúntes salpican su juicio en mi capote y condenan a mi arte de barbaridad romana. Malentono entonces un flamenquillo o un pasillo, una bulería media milonguita, de esas que soñamos, entre fino y duende, en "la mesa más redonda del Café de Nicanor". Entonces la infamia transeunte me dice que no voy ni de tenor, ni de soprano ni de bailarina de fondo… Y grito que como va a entender un suspiro quien jamás ha probado la melancolía. Aunque iracundo, tengo muchas cosas. Tengo una mancha en la cara, una mancha que no se asemeja a banderas ni a patrias, y que no se quita ni con pomada. Tengo una eterna pereza de explicar mi historia de artificio. Tengo también un par de manos que se me suben a cuello intentando un asesinato reincidente de mi persona y mi cante no tan jondo. Tengo un folio de desesperanza que envuelve mi propósito en falsedades de sueños de grandeza y me deja sentado en una vereda de un moho afrodisíaco que no sabe besar. Y suena una voz que me dice: “hijo, disfruta la vida de cartón que te he regalado por basureros. Bebe del azahar olvidado, come de los melones despojados de sus carnes. ¡Besa! Que sabes besar sin desdén, que debes aprender a amar sin asco. Que tarde o temprano rogarás, huérfano, la caridad de mi gotero de veneno.”

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